La gorda y yo nos conocimos por casualidad. Son de esas casualidades que se dan una vez en la vida y que lo cambian todo. Yo vendía mangos en la carretera central y de verdad que tenia un buen bisnes. En mi casa tenemos unas diez matas de mango de los grandotes y en tiempo de mangos le sacamos una fortuna. A veces hacemos hasta diez mil pesos. Eso, mas los tomates en el tiempo de frío nos dan para más o menos vivir, como los animales, pero así vamos tirando.
Volviendo al cuento. Un día de esos que había un sol que rajaba las piedras, en Julio si mal no recuerdo, yo estaba sin camisa sentado bajo la mata de almendras con mi cubito de mango, frente a la carretera central. A eso del mediodía cuando estaba por irme a almorzar paró el Tur, un Toyota Yaris, con aire acondicionado y todo. Ella venia sola y estaba perdida. Me pregunto en perfecto español como llegar a Varadero, que ella había ido a Trinidad pero que unos amigos habían manejado para allá y ella no se acordaba como regresar. La entiendo porque en la carretera ya no quedan carteles. Dicen que se los llevan para fundirlos y hacer fogones con el metal. La gente no es fácil, ustedes saben.
Cascajal esta en los limites con Matanzas pero esta un poco lejos de Varadero todavía. Yo le explique los detalles del camino, e incluso le di dos variantes de como llegar a la playa. Ella me saco un mapita que después supe que lo había impreso de Internet. Seria de Internet pero era tremenda mierda.
La gorda no estaba mal, rosadita del sol y rica para morder. A los hombres del campo nos gustan las hembras envueltitas en carne. Ella lucia decente y educada, pero cuando hablábamos no dejaba de vacilar mis bíceps y tríceps que aun estaban en buena forma. Me pregunto si me gustaba la playa. Yo le dije que me fascinaba y que era una lastima que me quedara lejos, sino iría todos los días. Entonces se brindo para llevarme. Yo no sabia que hacer, a veces uno no cree lo que le esta pasando porque después de vivir tanto tiempo escachado, da trabajo creerse que las cosas buenas llegan de un sopetón. Y no es que la gorda fuera Yuma, si hubiera sido gorda de Cascajal igual le pasaba la cuenta. En ese tiempo estaba que afeitaba una mosca al vuelo, tremendo atraso. Desde que me dejo la bizca no la veía pasar. Pero esto es otro cuento, agua pasada.
La playa con jeba, tur y aire acondicionado por un lado, por otro lado mi viejo que tenia el maíz seco y lo íbamos a coger el otro día. El viejo es muy comuñanga, el pobre siempre ha vivido engañado y si le decía que me iba con una yuma pa la playa se iba a infartar. La vida en Cuba esta llena de contradicciones. Aunque a veces nos las ponemos nosotros mismos, debe ser por eso que no avanzamos.
En fin que sin pensarlo tres veces tome una decisión, y dije pa adentro, esta es la mía, voy. Le dije a Julia, que es como se llama mi gordi: princesa contigo voy hasta el fin del mundo. Dame un diez para tirarme un bañito y ponerme lindo. Ella me dijo que sudadito me veía mejor. ¡Di tu! Ahí se me paro el caballo y tuve que barajar para dar dos pasos hacia a tras y tres para la derecha. Ella como estaba como si nada, para ella aquello era normal. Tiempo después me contó que lo de ella conmigo fue una caza de Jabalí criollo. Pero le salio bien porque la tengo feliz. Sin alardear caballero, lo mío con ella es un intercambio cultural a toda hora.
(Continuará…)